martes, 25 de agosto de 2015

priscila

Ciudad de perros
Por Priscila Guzmán


Dogville es un pequeño pueblo situado entre las montañas, donde vive gente buena, humilde y honesta. Dogville es la comprensión y la bondad en cada uno de sus habitantes.

Sería bastante complejo para mi intentar analizar a detalle este filme de Lars Von Trier en tan sólo 3 páginas; no bastarían. Debo admitir además, que lo he visto en 3 diferentes momentos de mi vida, y en cada uno de ellos me he formado una reflexión diferente.

Para mi sorpresa la película es carente de escenografía, muy cercana a una representación teatral, lo cual, aunque al inicio pareciera confuso e incluso algo aburrido, termina siendo uno de los factores más importantes. El director le aposto al famoso “menos es más”, permitiendo al espectador focalizar su atención en cada palabra, movimiento y emoción de los personajes. Definitivamente una decisión muy acertada.

Para examinar algunas aristas de este largometraje, debo poner sobre la mesa la siguiente pregunta: ¿qué significan para ti la moral y la ética?. Savater define la primera como el “conjunto de normas y comportamientos que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes”1. Es decir, la ética rige nuestro comportamiento en la sociedad, evalúa las decisiones que tomamos dentro de nuestro libre albedrío y que pueden considerarse correctas o incorrectas. La moral implica esa libertad que poseemos todos los seres humanos de decidir y así mismo, de hacernos responsables por esas decisiones. En resumen, la ética no es más que el intento racional de averiguar cómo vivir mejor.2

En el transcurso de la película conocerás a Grace, una fugitiva de la justicia que llega a este lugar y es acogida por gente amable y solidaria. Sin embargo, conforme avanza la trama, los valores de los personajes empiezan a dispersarse uno por uno, y aquellos instintos escondidos comienzan a salir a flote.

El asilo que le brindan resulta tener un precio más alto de lo que ella hubiera esperado. Al inicio, por sugerencia de Tom, -de quien ya hablaremos más adelante- la chica ayuda a los habitantes con sus labores cotidianas como muestra de agradecimiento e intercambio por su estadía en el pueblo. Pero posteriormente esto se transforma en trabajos forzados, abuso sexual, humillación y una clase extraña de esclavitud. Y digo extraña porque bien podría haberse liberado del yugo del pueblo desde un inicio; sin embargo su forma de ser condescendiente y victimizada, lo soporta todo.

Bajo la perspectiva de Grace, ella estaba pagando la bondad de las personas que la recibieron. Bajo la perspectiva del pueblo, lo justo era que ella diera algo a cambio como compensación de las buenas acciones de la población. Como diríamos aquí en México, no daban paso sin huarache.

Entonces de repente, entre una escena y otra, comienzas a preguntarte: ¿en qué momento se cruzó la línea de la solidaridad al abuso? ¿A partir de dónde las acciones buenas y amables se convirtieron en malas y desconsideradas?
¿Realmente somos así? Que ante la más mínima oportunidad nuestros instintos toman el control de nuestras acciones.

La gente del pueblo representa, en una menor escala, la sociedad de nuestros días y la esencia del alma humana que reacciona ante su naturaleza incontrolable. Lo mucho que puede llegar a transformarse una persona ante el poder y las circunstancias. Todos en algún momento nos hemos sentido obligados a ayudar al otro, al indefenso, al que tiene menos que tú; para sentirte bueno por un día, para liberarte de la culpa de tener más. Todos hemos tenido que elegir alguna vez entre
lo que deseamos y lo que la gente considera que es correcto. Todos tratamos día a día de hacer las cosas bien. Esperamos no ser juzgados por el otro, pero estamos dispuestos a criticar al que ante nuestra perspectiva, se equivoca.

Ante la represión, decidimos usar una mascara que nos ayude a comportarnos debidamente con los demás, a ser éticos, como Tom, el filósofo escritor de la película, que a final de cuentas no se conoce ni a el mismo.

Dentro de las múltiples preguntas planteadas a lo largo de estos 180 minutos podemos concluir una premisa básica: cualquier ser humano puedo ser capaz de ser malo, sólo necesita del contexto y las vivencias adecuadas.

Por supuesto que no resulta fácil decir si somos seres humanos buenos o malos, gracias a la subjetividad de los términos. Sin embargo, Jean Paul Sartre dijo: “estamos condenados a la libertad”. Ese es el verdadero nacimiento de la ética, utilizar la libertad de acción con inteligencia y respeto al otro. Tener conciencia. 3 Saber que cada uno de nuestros actos nos va construyendo y definiendo. 4

Dogville es un pequeño pueblo situado entre las montañas, donde vive gente egoísta y abusiva. Dogville es la maldad y la hipocresía en cada uno de sus habitantes.

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